Adolfo Herrera abrió las persianas para dejarse ver. El baterista y percusionista muestra otras facetas y sensibilidades en una obra multimedia partiendo de una premisa contradictoria que ha acompañado a la Humanidad desde tiempos inmemoriales: perpetuar lo fugaz, extender lo efímero, congelar lo Irrepetible.
Este espacio está concebido para reseñar álbumes, pero el proyecto de Adolfo es algo más. Es un álbum, sí, y su música es un catalizador. Pero también es poesía, performance, videoarte, terapia. Es la búsqueda del artista que echa mano de todo lo que puede –la batería, las melodías y sonidos; la palabra, la tecnología y la naturaleza; las amistades y los talentos– para decir(se) lo que piensa y siente, para deconstruirse.
Adolfo con su batería, junto al bajista Rodner Padilla, el saxofonista y flautista Eric Chacón y el guitarrista Hugo Fuguet, se reúnen con los ingenieros de sonido Germán Landaeta y Vladimir Quintero en la Plaza del Rectorado de la Universidad Central de Venezuela, uno de los sitios más caraqueños que tiene Caracas, para confesarle su enamoramiento a la ciudad sin cursilerías. Así se produce “Caracas”, uno de los 10 episodios de Irrepetible (2023).
El cuarteto hace un dibujo sonoro libre, de jazz y rock a puro instinto, de acción y reacción. El performance se junta con retazos de la capital; un collage de sus calles, edificios y árboles, sus guacamayas y autobuses, el arte de sus paredes, su Ávila omnipresente en varios tonos, su torre La Previsora, su autopista Francisco Fajardo, todo atado con la voz del propio Adolfo que recita lo que escribió: Caracas es Caracas, y así estás en mi imaginario/ como una ciudad que nace y muere a diario.
Irrepetible, cuyo título va acompañado por dos frases (La versión más pura del arte y El aquí y el ahora), no pone el acento en el punto de partida ni en el resultado. Es una celebración del proceso, del camino que comenzó a transitar en 2013, punto de no-retorno para Venezuela, hasta culminar este año. De modo que cubre una década en la que el país y el autor cambiaron drásticamente al extremo de no reconocer a aquellos que fueron.
Adolfo comenzó a llamar a amigos escritores y poetas para abordar temáticas y participar de un curioso cadáver exquisito multimedia. Cada pieza es una experiencia, un ambiente aparte con diferentes protagonistas, humores y temáticas.
En los jardines de Topotepuy, ese oasis del sureste de Caracas, se reunió con el percusionista Carlos “Nené” Quintero, con quien sostiene un diálogo abstracto sobre el que el sacerdote jesuita Pedro Galdós recita sobre la presencia celestial en todo lo vivo. “Dios en la naturaleza” dice: La creación divina no es un hecho sino un hacerse cada día.
A Héctor Palma le pidió escribir “Soledad” y más tarde se reunió con él, de nuevo en la UCV pero bajo techo, en el Aula Magna. Mientras el actor dramatizaba los versos desde el pasillo central entre butacas vacías, el baterista respondía con sus palabras desde su caja, bombo, tums y platillos.
Al periodista argentino Raúl Lotitto le pidió escribir “Exilio” cuando él mismo –Adolfo– estaba a punto de migrar a Estados Unidos, como lo haría en 2016. Antes, se juntó con el maestro de piano Gerry Weil –otro migrante, que nos llegó de Austria– para darle relieve a las palabras de Lotitto. El baterista incluso acaricia el redoblante; lo cepilla con sus escobillas. Gerry mete las manos dentro del piano, en donde estarían las vísceras y cartílagos del instrumento, como si necesitara ir al hueso, a la esencia, a lo profundo del sentimiento. ¿Qué es irse? –se pregunta el poeta– La esperanza de escapar de los fantasmas./ Salir y reencontrarse afuera/ Detener la involución.
Y así avanza la obra, pasando por asuntos fundamentales desde la introspección y con diferentes compañeros de ruta. Por ejemplo, “Incertidumbre” la hizo con el guitarrista Juan Ángel Esquivel, el contrabajista Gonzalo Teppa, el saxofonista Rafael Greco y una de las voces más distintivas y particulares de la escena venezolana, no sólo musical sino publicitaria: Guillermo Carrasco. Es una de las más dulces del álbum junto con “Luz”, recitada por el locutor y periodista César Miguel Rondón y grabada con lo que fue el Aquiles Báez Trío del gran maestro guitarrista fallecido en 2022, el contrabajista Roberto Koch y el propio Adolfo con sus baquetas. La agrupación repite en “Muerte”, que lleva las estrofas y la voz de periodista y poeta Douglas Gómez.
En “Amor (Love)” participa el escritor Leonardo Padrón, mientras que en “Belleza” lo hace la modelo y presentadora Daniela Kosán, que lee los versos de Aquiles Báez ambientados por la música de Herrera, Teppa y el pianista Gabriel Chakarji. La profesora Gloria Cuenca, su madre, lo acompaña en la esencialmente filosófica “Humanum”.
Adolfo Herrera (Caracas, 1975) es hijo de Cuenca y de Adolfo Herrera Sr., dos periodistas y destacados académicos de la UCV, de esos personajes que han dejado grandes ladrillos en la edificación que fue (y en parte, sigue siendo) Venezuela. Como baterista y percusionista, ha participado en la grabación de más de 80 álbumes, seis de ellos nominados a Latin Grammys. Formado entre el Roland Learning Center de Caracas y el Berklee College of Music de Boston, Adolfo aprendió de batería con maestros como Andrés Briceño, armonía de Gerry Weil y cajón con Diego “Negro” Álvarez. Gracias a su versatilidad, ha tocado con Aldemaro Romero, Rafael “Pollo” Brito, Gerry Weil, Aquiles Báez, Alexis Cárdenas, C4 Trío y El Tuyero Ilustrado, pero también con “El Puma” José Luis Rodríguez , Franco De Vita y Pedro Castillo, así como Ed Calle, la Sinfónica Simón Bolívar, la Miami Symphony, Otmaro Ruiz y las bailaoras flamencas Siudy Garrido y Daniela Tugues. Adolfo, uno de los mejores instrumentistas de su generación, ha colaborado con álbumes y actuado en eventos producidos por Guataca. Actualmente hace parte de la vibrante y variopinta escena musical de Florida.
Aunque Irrepetible está entero en plataformas digitales, sigue en construcción. En los próximos días/semanas/meses, Adolfo estará lanzando los videos restantes. Tiene en mente, además, editar una versión sin la declamación, sólo con la música, para que la audiencia construya en su mente sus propias imágenes y reflexiones.
Fuente: guatacanights.com