Tres artistas venezolanos se encontraron en París. De la intersección de sus trayectorias surgió un lugar imaginario con forma de ensamble. Lo bautizaron Insólito UniVerso, un nombre que funciona por cualquier vía. Sea porque sus compatriotas reconocen la referencia al instante, o porque a otro público, ajeno al legado de ese micro radial tan longevo y emblemático, le sigue sonando a algo exótico, intrigante, alucinante, adjetivos que le van bien a Ese puerto existe (Olindo Records, 2023), un álbum cargado de esencias de tradición venezolana insertas en un contexto psicodélico y poético.
El primer tema, que da título al LP y cuya frase —«Ese puerto existe»— fue pronunciada por la poeta boliviana Blanca Varela, sirve como declaración de principios de la agrupación. María Fernanda Ruette, mezzosoprano y también poeta que compuso la mayoría de las canciones, describe allí, sobre una gaita de tambora, el no-lugar del migrante: ¿Dónde vienes, dónde vas?/ ¿Qué traes de menos, de más?/ Las manos enterradas, entre arenas, redes, barcas.
“Sí, uno pierde ese puerto, esa casa… y aunque vuelvas ya no se puede volver. De alguna manera, uno se vuelve su propia patria”, me comenta Ruette, quien se trasladó a Francia en 2004 para estudiar canto lírico y, mientras exploraba el primer Barroco, llevaba consigo su cuatro como cordón umbilical.
Ruette, el bajista Raúl Monsalve y el pianista Édgar Bonilla Jiménez continúan horadando el concepto que definió La candela del río (2018). Desde ese álbum debut, el trío busca apropiarse de ritmos folclóricos, respetando su estructura y sus singularidades, para emitir un mensaje poético, envuelto en capas y texturas sintéticas inspiradas en la psicodelia de los años 70. Por ejemplo, los joropos no se elaboran desde arpas ni mandolinas sino desde teclados y sintetizadores. Bonilla opera una máquina del tiempo que viaja al pasado y al futuro a la vez.
Basta con escuchar “Pajarillo con chipola” o “Goyo Tuyero” (composición de José Gregorio “Goyo” López) para entender que la transgresión no diera gracia sin el aporte de Bonilla, un músico que, al igual que Ruette, viene del mundo clásico. Pianista formado en el Instituto de Estudios Musicales; alumno, por épocas o en clases magistrales, de Olimpia Sorrentino, César Rangel, Arnaldo Pizzolante, Clara Marcano y Gabriela Montero. Además, sobrino —y esto explicaría su nexo con lo tradicional— del compositor barinés Guillermo Jiménez Leal, fundador del proyecto Folklore de Cámara.
También se percibe la impronta de Édgar en “El chivo”, un merengue caraqueño de su autoría, donde el animal se muestra como en una pintura surrealista. Es un chivo adulterado, biónico. Primero muerto que bañado en sangre, el chivo vuela, nada o se encarama, según la necesidad… pero nunca, nunca, se devuelve, recita Ruette, con chispas de humor y sabiduría popular, en una pieza que viene con sorpresa: pasados cuatro minutos, aparece la voz de la invitada especial Lætitia Sadier (Stereolab).
Monsalve, un músico que ha generado varias propuestas conceptualmente frescas como KRé y su banda actual Los Forajidos, que combina golpes de tambores venezolanos con electrónica, apunta que encontró en Insólito UniVerso un espacio para mostrar más de la paleta emocional de la música de su región originaria. Como latinoamericano en Francia, necesitaba decir más: “En ese tiempo estaba un poco fastidiado porque a pesar de que me gustaba la cumbia, me llamaban nada más para eso. Es como un cliché latino ese sabor a pura azúcar, cuando sabemos que es mucho más. Incluso en el repertorio salsero y cumbiero de los años 60 y 70 hay mucha alegría, pero también despecho y melancolía. No es pura piña colada”.
En Ese puerto existe los humores varían. La gaita de furro “Ventana honda” se antoja colorida y luminosa. “Tiento de batalla”, un tamunangue dedicado a San Antonio de Padua, transmite la solemnidad del devoto. La “Fulía del cacaotal”, inspirada en el sonido barloventeño, es una celebración de la naturaleza. La “Tonada del bip bip”, que incluyó la flauta de Rossmary Rangel y el clarinete bajo de Laurent Boulanger, va hacia el ánimo taciturno de la tonada llanera desde un guiño de infancia pop al Correcaminos: ¿Cuál de todos hará camino? ¿Cuál de todos abrirá el acertijo? Tejiendo un chinchorro entre tu pecho y el mío.
Algunos colegas venezolanos establecidos en París colaboraron con el álbum, como el maraquero apureño Rafael Mejías y el multiinstrumentista Manuel Alejandro Sánchez, quienes suelen participar en proyectos del gran violinista Alexis Cárdenas. También estuvo en las sesiones el baterista italiano Francesco Pastacaldi y otros instrumentistas. El arte de Lewis Heriz, las mezclas de Malcom Catto (The Heliocentrics), Eblis Álvarez (Meridian Brothers) y Fidel Goa, todo, absolutamente todo, apunta hacia la construcción del universo sonoro de poesía y misticismo que nació en la mente de Ruette, Monsalve y Bonilla.
Fuente: guatacanights.com