Su padre tocaba piano y fue su primer profesor. Con apenas 5 años de edad comenzó a tocar flauta y violín. Nunca se consideró una gran violinista, pero su esfuerzo, dedicación y compromiso hicieron que Cecilia Tuesta destacara durante sus años de formación en El Sistema. Aunque no fue amor a primera vista, desarrolló un profundo amor por el instrumento que la llevó a convertirse en la primera mujer concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional del Sodre, en Uruguay.
Tuesta, de 36 años de edad, vivía en Perú. Allí trabajó con la Orquesta Filarmónica de Lima y la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil Bicentenario del Perú, en ambas como concertino. Motivada por la posibilidad de crecimiento profesional y económico, buscaba nuevas oportunidades como músico. Y la consiguió. «No me estaba yendo tan bien y estaba complicada la situación. Un amigo, Renny Cubides, también músico, me dijo: ‘Mira, hay una oportunidad para tomar una audición para formar parte de la Orquesta Sinfónica Nacional del Sodre’», cuenta la violinista.
Fascinada con la idea de pertenecer a la principal orquesta de Uruguay y una de las principales de Latinoamérica, renunció a su puesto en la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil Bicentenario, que pertenece al Ministerio de Cultura de Perú, para hacer la audición. Para lograrlo necesitaba ausentarse varios días, pero su contrato de lo impedía. «Necesitaba tiempo para tomar la audición y era muy complicado hacer los permisos en el ministerio, entonces tuve que renunciar. Me quedé solo con la Filarmónica de Lima, donde me apoyaron muchísimo».
Dejar su lugar en la orquesta, una de las primeras que le abrió las puertas en Perú, fue un salto de fe. No había garantía de que iba a ser seleccionada, pero fue un riesgo que decidió tomar. Confió en su talento. «Había una cantidad de plazas pero tenías que dar un puntaje para ingresar. La audición fue el 1 de marzo. Vine, tomé la audición, que fueron dos días, y gané el puesto para entrar a la orquesta como violinista».
A los pocos meses, en agosto, apareció una nueva oportunidad: se abrió una convocatoria interna para seleccionar al concertino. Tuesta quería el puesto y se preparó para obtenerlo. Aunque desde que llegó a Uruguay nunca dejó de estudiar, cuando se anunció el llamado intensificó sus ensayos. Se dedicó a pasar las rondas de la audición todos los días. «Es un ejercicio muy fuerte, pero va acompañado de mucho enfoque mental, creer en mí misma, tener confianza, imaginarme haciendo las cosas bien, todo eso. Ese sigue siendo mi proceso, esa es mi preparación».
Fueron dos días intensos de audiciones, divididos en cuatro rondas en las que los violinistas aspirantes tuvieron que demostrar, además de sus habilidades con el instrumento, su capacidad de liderazgo, adaptación y trabajo en equipo. «Las audiciones son muy intensas porque tienes una serie de obras o de extractos que tienes que interpretar. En la primera ronda tienes una lista de obras de las cuales puedes escoger dos. Yo elegí un concierto de Mozart y un concierto romántico; la siguiente ronda consiste en extractos de orquestas y lectura a primera vista, la tercera son solos, interpretar esos solos con la orquesta, son tres o dos pasadas; en la primera el director te pide ‘quiero esto allá, quiero esto acá’, miden un poco tu capacidad de adaptarte y de responder rápidamente. Finalmente, la cuarta ronda es para colocar arcos en las partituras, ahí el director puede ver tu capacidad para colocar cosas en pro de la música y en pro de que suene el grupo, para favorecer la interpretación”.
Su experiencia previa como concertino en otras orquestas –considera Tuesta– le permitió desenvolverse bien en la audición y ganar el puesto. «Desde pequeña siempre fui concertino en las orquestas en las que tocaba, tanto en las infantiles como las juveniles. Siempre destaqué porque tengo un liderazgo natural, enseño con mi ejemplo. Creo que todo suma. Mi experiencia en la Filarmónica de Lima me ayudó muchísimo porque fue la primera orquesta profesional en la que fui concertino».
La venezolana es la primera mujer en convertirse en concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional del Sodre a través de una audición. «Anteriormente hubo otra chica que estuvo de invitada, desconozco el tiempo porque no estaba en la orquesta cuando pasó. Pero yo soy la primera en ganar el puesto realizando una audición. Es algo sumamente importante porque Uruguay es un país maravilloso y no lo digo de la boca para afuera. En siete meses he logrado acá lo que no logré en cinco años en Perú. Es un país que se ha caracterizado por estar a la vanguardia siempre. Si vemos las orquestas de la región muy pocas tienen mujeres al frente y el concertino es el puesto más importante después del director. Entonces, ocupar este puesto es realmente importante, maravilloso, pero sobre todo me permite como extranjera devolver un poquito de todo lo que Uruguay me está dando».
El puesto de concertino es uno de los más importantes y codiciados en una orquesta. Hacerlo bien requiere de una gran habilidad para trabajar en equipo, añade. «Estás al servicio de la música, de la orquesta, del director. Todo es un engranaje, no es que estás solo sobre el escenario como concertino. No. Es un trabajo en equipo. Siempre pongo como ejemplo el fútbol. Si Messi jugara solo, no sería el gran jugador que es hoy en día. En una orquesta es más o menos lo mismo».
Un camino lleno de alto y bajos
Cecilia Tuesta nació y creció en Cagua, estado Aragua. Es hija única. Se enamoró de la música por su papá. Aunque era veterinario de profesión, de joven se formó como pianista. «Él es quien me introduce por primera vez al mundo de la música». Comenzó a tocar flauta y violín; sin embargo, este último instrumento no le gustaba, lo consideraba difícil, por lo que se dedicó solo a estudiar flauta, algo que disfrutaba más. Al poco tiempo abrió el núcleo de Cagua de El Sistema, solo con instrumentos de cuerdas. «Todos mis amigos de la natación y del colegio estaban ahí, en esa orquesta, y yo quería estar, así que la única solución era estudiar otro instrumento. Yo ya conocía el violín y empecé clases. Al principio me quedé con los dos (la flauta y el violín), pero llegó un momento en el que no podía mantener el ritmo y elegí el violín».
El cariño y la buena relación con el violín surgió con el tiempo. Con cada ensayo y recital iba desarrollando más cariño por el instrumento. A los 15 años de edad ya estaba convencida de que quería dedicarse a la música profesionalmente. «No fue amor a primera vista como con la flauta, que la puedo retomar y mantengo el mismo nivel en el que la dejé, pero si dejo el violín un día mi cuerpo lo olvida. Yo siempre digo que no tengo talento para el violín, tengo talento para la música. Lo mío con el violín es la disciplina, siempre ha sido un instrumento que me ha resultado difícil, pero me parece que es uno de los más increíbles que hay en la música».
En Venezuela, además de su formación musical en El Sistema, estudió Música en la Universidad Nacional Experimental de las Artes de Venezuela (Unearte) y formó parte de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar desde 2004 hasta 2017, cuando decidió irse del país, en plena crisis económica, política y social; sin embargo, esto no fue lo único que la motivó a emigrar. En tres oportunidades, la violinista fue víctima de intento de secuestro. Se mudó a Perú con una oportunidad de trabajo en la Orquesta Filarmónica del Pacífico que terminó en un engaño. «Era como una fachada, nos tenían en distintos sitios, de acá para allá, y no nos pagaban nada, a veces no nos daban dinero para comer. Éramos 34 personas las que creímos en esa orquesta».
Tuesta vivió dos meses de incertidumbre, sin trabajo y sin saber qué hacer hasta que se supo que todo era un engaño. En 2018, gracias a un amigo, hizo una audición en la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil Bicentenario y logró entrar. «Él me dio el número del director de la orquesta, que es Pablo Sabat, lo llamé y me ayudó muchísimo porque me permitió hacer una audición para que me escucharan los maestros y así quedé en la orquesta juvenil teniendo 31 años. Él es alguien con quien estoy muy agradecida y le tengo mucho cariño. Como ya era mayor simplemente era para tener un lugar al que pertenecer porque al salir del país y después de todo lo que pasó uno necesita sentido de pertenencia», dice la venezolana, quien formó parte de la fila de los primeros violines de la orquesta.
Durante el tiempo que estuvo en Perú, Tuesta también fue el primer violín de la agrupación de música latinoamericana In Nomine Quarter, produjo un concierto de la Orquesta Sinfónica Unida, formada por migrantes, en 2019 y en agosto del año pasado entró a la Orquesta Filarmónica de Lima como concertino invitado, en la que estuvo hasta que se fue a Uruguay.
Luego de emigrar, producto del estrés y las dificultades que vivió, Tuesta empezó a sufrir ansiedad y ataques de pánico que, en oportunidades, le impedían tocar. Luego de mucho trabajo mental, se propuso trabajar en enfrentar sus miedos. Una forma de hacerlo fue a través de las audiciones. «Por eso, a cuanta audición conseguía, me presentaba. Para mí el resultado, positivo o negativo, no era lo más importante pero tampoco me daba igual. Era un plus, un valor agregado. El proceso de participar es lo que me impulsaba, lo que me motivaba, porque me permitía enfocarme en lo que era buena, que era la música».
Todo lo que vivió Cecilia Tuesta, tanto en Venezuela como en Perú, la impulsó a esforzarse y trabajar para seguir creciendo como músico y perseguir sus sueños. «Yo toco porque en 2016 perdí un bebé, porque me separé de mi familia para buscar un futuro mejor, por todo lo malo que me pasó en Perú, por las cosas lindas que también me pasaron porque conocí a mucha familia porque mis abuelos eran peruanos. Toco por todo lo que he vivido. Lo que más me ha dejado todas estas experiencias es un gran aprendizaje. No importa si son cosas buenas o malas, de todo se aprende y es lo que te forma, lo que te lleva adonde estás. Todo lo que hice, todo lo que he hecho y lo que sigo haciendo será lo que me hará llegar más lejos. El cielo es el límite».
Una bocanada de aire fresco
En Uruguay Tuesta encontró un segundo hogar y una orquesta con músicos que se han convertido en grandes amigos. «El país me ha aportado en estos meses una subida de nivel técnico y profesional. La orquesta del Sodre es una de las mejores de la región y me ha permitido mantenerme enfocada en lo que realmente me gusta, que es la música, sin pensar ‘no llego a fin de mes’. Eso te da estabilidad y yo creo que eso es lo que más me ha aportado Uruguay: estabilidad en todos los sentidos, económica, emocional y profesional».
Una de las cosas que más disfruta de los ensayos es compartir con sus compañeros de orquesta. “Hay gente de todas partes y nos llevamos muy bien. Los venezolanos tenemos una pequeña comunidad, pero todos somos muy unidos. Una de mis mejores amigas de la orquesta es serbia, realmente no hay distinción entre las nacionalidades. Todos nos llevamos muy bien a nivel musical y personal. Es un lugar al que te provoca ir a trabajar».
La violinista considera que su formación en El Sistema fue fundamental y la preparó para llegar hasta donde está. «Me dio la experiencia de cómo se pueden hacer las cosas. Definitivamente, El Sistema nos prepara para estar en cualquier orquesta del mundo. Creo que casi todos los venezolanos que salen de El Sistema terminan tocando en buenas orquestas, eso es porque tenemos buena preparación desde pequeños».
Desde que se fue en 2017, Tuesta ha tenido la oportunidad de volver al país en varias oportunidades. La última fue el año pasado. Además de visitar a familiares y amigos, pudo asistir a un recital de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y quedó gratamente sorprendida, pues pensaba que por la migración la música académica en el país había sufrido mucho. «Me di cuenta de que no, que hay mucha generación de relevo talentosa. Eso es lo bueno de El Sistema y de que haya un núcleo en cada pueblito, que siempre hay generación de relevo».
Aunque la violinista no se ve viviendo de nuevo en Venezuela, disfruta cada visita y aprovecha para ir a la playa, sobre todo a Choroní, comer en restaurantes de amigos y pasar tiempo en familia. «Ir a Venezuela te recarga. Me encanta ir aunque no regresaría para vivir porque, bueno, tengo un buen trabajo y buenas oportunidades en donde estoy, pero cada vez que puedo me gusta regresar», dice Tuesta, quien en su tiempo libre disfruta sentarse a la orilla del Río de La Plata en un día soleado, lo más cercano que tiene a una playa.
Una de las cosas que más extraña del país, sobre todo del lugar en el que creció, es la familiaridad y cercanía de las personas; sin embargo, asegura que los uruguayos le recuerdan mucho a los venezolanos. «Son muy abiertos con los extranjeros. Me hace sentir muy bien la empatía que tienen y lo humanos que son, que es maravilloso. Me hace sentir como el meme que dice ‘fue restaurada en la humanidad’. Mi experiencia en Lima, al ser una ciudad tan grande, fue más complicado, y en Caracas, por las cosas feas que viví hacia el final, hicieron que estar aquí (Uruguay) sea como una bocanada de aire fresco. Es un respiro».
Su gran sueño es pertenecer a una reconocida orquesta de Europa. «Esa es la meta. Me gustaría tocar con la Filarmónica de Viena o la Filarmónica de Berlín, incluso con la Filarmónica de Nueva York. Me gustaría abrirme hacia allá. Son orquestas de muy alto nivel. Capaz algún día llegue. Creo que todos los sueños se pueden lograr, hay muchos venezolanos en esas orquestas».
Fuente: elnacional.com